viernes, 12 de diciembre de 2014

Ojos secos



displicencia.
(Del lat. displicentĭa).
1. f. Desagrado o indiferencia en el trato.
2. f. Desaliento en la ejecución de una acción, por dudar de su bondad o desconfiar de su éxito.


El camino ha sido conmigo un vampiro despiadado. No hallaré en mí las manos de hagan trizas esta quietud mortal, esta plaza inerte en la que sólo yo parezco respirar, y sólo yo parezco ahogarme. ¿Dónde guardáis los pulmones antes de salir de caza y a quién dejáis a cargo de vuestra verdadera piel? Mis huesos no deshielan.


"Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro"

Alejandra Pizarnik











(fuente de la imagen: tumblr)

lunes, 8 de diciembre de 2014

De todas mis jaulas. De la desidia (y puede que un segundo galaxo)

Las puntas de mis dedos están manchadas de un icor desconocido. Algo que se arrastra a medio camino entre la sangre y el vómito; algo negruzco y viscoso que parece haber salido de mí, pero no hay heridas, ni sabor a bilis en los dientes. Nada. 
Estoy sentada de piernas cruzadas en medio de un charco que se aparta de mí como si lo repeliese, pero me rodea hasta asfixiarme. Sus únicos límites forman un círculo perfecto a mi alrededor; después, se extiende como un inmenso océano hacia más allá de lo que pueden vislumbrar mis ojos mortales. Tal vez jamás termine. Tal vez jamás logre salir de él.
¿Qué ha pasado? Mis pestañas pegajosas por el llanto, mis ojos hinchados y tumefactos me indican que el camino hacia aquí no ha sido sencillo ni exento de dolores. Sin embargo, ahora mismo mi cascarón está tan vacío de pájaros como una jaula abierta. ¿Esto ha sido todo? Ya no cantan en mí, ¿por qué escribo? ¿Cómo escribo? Los límites difuminados tal vez no sean sólo luz, sino también ausencia de los iris de un dios. 
¿De quién es este cuerpo? ¿Es la felicidad la migración sin retorno de todos los pájaros? ¿Debo considerar, entonces, precipitarme a la tragedia?

lunes, 24 de noviembre de 2014

Ganzúas


nostalgia. 
(Del  griego νόστος «regreso» y ἄλγος «dolor»).
1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.


(Si he vuelto a asomarme a la ventana blanca es porque en el fondo sí quiero saber qué había en ese último verso.)

"I hope our ghosts aren’t eating you alive.
If I’m to speak for myself, I’ll tell you that
the universe is twice as big as we think it is
and you’re the only one that made that idea
less devastating."

Lucas Regazzi




(fuente de la imagen: tumblr) 

viernes, 14 de noviembre de 2014

Migas de pan

Algún día llegarás aquí.
Será igual. Igual que yo llegué a ese lugar que ya habrás abandonado, a ese rincón que pensarás que no conozco. Llegarás aquí y estudiarás cada uno de los vértices de ese "aquí". Cada una de sus esquinas, de los meandros de su agua, cada hoja de sus árboles. Llegarás aquí, y en algún sentido eso será distinto. Seguramente no estarás lleno de humo, y tus venas no serán pura pólvora. Seguramente será un día feliz, un día como otro cualquiera. Si hubieras pensado llegar antes de llegar, si hubieras creído en algún momento que llegarías, no habrías llegado. No estarías. 
Con esos ojos que tanto ven, que tanto creen saber; con esos mismos ojos de explorador te reconocerás en todas partes. Verás tu nombre clavado en cada esquina de esta casa mal construida y pensarás que no pude haber creado algo tan imperfecto. Al mismo tiempo sabrás que no podría ser de otra forma. Este templo no podría tener otra figura. Será tan evidente que pensarás
no.
Pensarás
no puedo ser yo. No puede ser mi argamasa, no pude haber pegado estos ladrillos. Esta casa no es mía.
Pero esta niebla huele tanto a ti. Tal vez por eso no te encuentres, porque nadie reconoce su propio olor. Porque hogar no huele a hogar hasta que llegas a casa después de un viaje largo. Pero estas son tus paredes, tus muros medio en ruinas. Me dejaste piedra para construir un imperio y eso he hecho. Con las manos frías. Con costillas fragmentadas pero no hechas polvo. La carne consigue que el hueso se mantenga entero, por pequeños que sean los pedazos. 
No estoy rota. Nadie está roto. Nadie está roto porque todos estamos vivos, porque todos tenemos carne que nos salve. 
En algo sí nos parecemos. Cuando llegues aquí, cuando te sientes en el risco más cómodo y observes, cuando decidas volver a ese otro lugar compartido al que llames hogar, no escribirás
sé que era yo
en sus zócalos. No cincelarás lo que sabes en su piedra. Volverás a casa y se lo contarás a lo que —quien— ahora es tu almohada. Le dirás
he encontrado un reino que es mío, pero no estoy seguro de poder reclamar su trono. 
Y tu cama no responderá, porque los hogares son para estar, no para decirnos la verdad. En un cajón esconderás el atlas de lo que has descubierto, lo enmascararás en forma de poemas que nadie podrá entender. Tal vez nunca sepa que has llegado. Gato contorsionista, tal vez nunca encuentre tus huellas. Habrás estado aquí, habrás profanado este lugar, y jamás me lo contarás. Estaré —espero— demasiado lejos. 
Ojalá para cuando llegues haya quemado el mapa que me traería aquí de nuevo. Con cenizas, con brasas, seguramente no con fuego porque el fuego, y tú lo sabes, no se enciende con las manos mojadas. 
Le he jurado a quien no me entiende que esta es la última vez que vuelvo aquí. Y he mentido. Me avergüenzo de mis húmedas huellas, de mis mejillas de hueso empapado, de la cuña que me fragmenta aunque tenga carne para salvarme de mil batallas más. 
Vuelvo a la cama. He espolvoreado este camino con migas de pan que seguramente devorarán los pájaros, con hambre, con saña, mis buitres azules. Carroñeros de mis huesos. Vuelvo a casa. Vuelvo a casa.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Visita imprevista al cementerio

Hoy me he encontrado con uno de mis fantasmas.
Nos hemos presentado.
Al principio no supe si me reconocía. Si sabía qué clase de hiedra nos había unido hacía tiempo. Ambas teníamos el mismo largo brazo vegetal enredado en torno a nuestra cintura. Escuché el noviembre pasado que ella había cogido una daga para arrancárselo del cuerpo. Yo no supe hacer lo mismo.
No sé si habría querido que mi fantasma me reconociera. Creo que me gustó que, fingida la ignorancia o no, volviésemos a aprender el nombre de la otra. Pero ella fue toda sonrisas, cerveza y rizos. Mi cuerpo ya había comenzado a reaccionar contra ella cuando me di cuenta de que no iba a hacerme daño. Era un pobre espectro atrapado en mi esqueleto sin ni siquiera saber que estaba allí, sin ser consciente de su propia esencia, de que me escondía de su presencia taciturna, de que de vez en cuando me asomaba para verla, para saber cómo se es tan bella estando tan mustia. Ella no podría intuir de qué forma me recuerda a mis días más tristes.
Tal vez ese rechazo de mi cuerpo era el brazo de hiedra apretándome las tripas, inmisericorde, pero ella me estaba tendiendo una mano, no las uñas; un cuchillo, no una puñalada.
Me dijo que podía volver a verla antes de desvanecerse y convertirse en ella misma, con su sonrisa, su cerveza y sus rizos, corpórea frente a mí. Eres bienvenida. Estaba escrito en las mejillas que besé cuando ella se inclinó para besar las mías. Yo asentí, cogí el cuchillo y durante el resto de la noche me quedé mirando mi corsé vegetal.
Me fui sin despedirme.


((Los fantasmas de mi pesadilla no tienen que ser los míos.))

domingo, 2 de noviembre de 2014

Noviembre

He llegado a pensar que el silencio significa silencio, que los paseos de náufrago son sólo formas de llenar una ciudad de asfalto; vacía, muerta, cárcel. Mi jaula de plomo y verde. Un año después ya empieza a olvidárseme cómo buscar belleza pegada a las suelas como un chicle que te encuentras al llegar a casa, con cadáveres de hormigas celebrando allí el fin de una vida corta.

Me he disfrazado de urbe, de labios rojos y ojos de gata egipcia. Las únicas huellas que deje serán las de una aguja, y así avanzo en círculos con los tobillos tambaleantes, con un abrigo demasiado grueso para un cuerpo que sólo desea estar desnudo. Si me pinchan me desinflaré y llenaré este lugar de humo para deslizarme fuera de sus barrotes. Las cadenas en mis botas están hechas de óxido y hielo, y son tan mías como mis uñas partidas tratando de reptar lejos.

Cada noche rezo al invierno por otro diciembre o un galaxo. (Ayer recordaba que Todos los Santos me dejó ver el filo de mi ya pasada futura muerte.)

miércoles, 1 de octubre de 2014

Para ser leído con la voz ronca del cautivo del invierno

Hoy tengo la jaula llena de clavos,
y los cuerpos alados se me desangran.
Arrancádmelos,
sus garras de mi piel,
da igual la estela abierta
en la carne.
Hoy los pájaros no migran;
hoy han venido para quedarse.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Alguien tiene que enseñarme a saltar por la ventana en vez de agonizar tras ella como un jarrón fotografiado con luz difusa. Quiero salir a la lluvia y volver a ahogarme en ella, quiero darles de beber a todos mis pájaros.

lunes, 1 de septiembre de 2014

VI

esta tarde he caminado sobre mi propio vacío,
esa tierra ignota de socavones bajo mis pies.
he visto cómo se transformaba en charco de agua turbia,
he visto cómo los huracanes no lograban desbordarlo.
aún puedo sumergir mi mano en él, coloso de hielo;
aún logro verme bañada en brea entre sus posos.
y sin embargo me desperezo de sed hacia el cielo,
y sin embargo ruego, rezo, suplico la tempestad.
el hueco ya no suena hueco,
el hueco ya no puede ser mi vacío,
no puedo llorarlo,
no podré rellenarlo.

me veo reflejada en su insondable oscuridad,
me veo implorando al cielo, cráter abajo.
la lluvia que jura desbordarme rebota en el hielo de la superficie,
la lluvia, cada vez más fina para mi océano polar,
esa región silenciosa, desierta y sorda,
esta cárcel en la que escondo la cara en mis alas de hierro.

lunes, 18 de agosto de 2014

IV

«Sí, poeta : el amor y el dolor son tu reino.

Carne mortal la tuya, que, arrebatada por el espíritu,
arde en la noche o se eleva en el mediodía poderoso,
inmensa lengua profética que lamiendo los cielos
ilumina palabras que dan muerte a los hombres. »
Vicente Aleixandre


Nunca he querido más que hoy arrancar todas las flores de tu espalda.
Robarte las tijeras, la pluma y la voz,
arrancarte del cuerpo el quizás
(o arrancármelo a mí).

Ahogarte pero no como antes;
mientras el mediodía aún me sepa a pólvora
no podré perdonar.

Callarte y encadenarte,
encerrar tus palabras tóxicas en el pecho de un águila.

Mira mis manos sucias de tierra.
Nunca he querido más que hoy arrancar todas las flores de tu espalda.

domingo, 17 de agosto de 2014

Que no te mientan. (Que no te mientas)

Sí te pudres. . Ya has traspasado la barrera y cuatro leones te dan mordiscos y no has querido evitarlo. Estaba en tu mano y lo dejaste caer, y ahora. 
Deja de lamentarte si estás encogida en el rincón, si te aprietas el vientre con las manos y tus ojos se pierden en las malditas estrellas que ya no parecen tan cerca, ¿verdad?, porque es tu culpa. Tu culpa. Te mintieron y dijeron que el calor destierra al frío. Te mentiste y les creíste. 
Y sí te pudres. Piénsalo mientras ves cómo acecha la siguiente fiera, que danza a tu alrededor pensando en si sabrás a carroña. Mientras te incendias los pies para ver si vuelves a llegar al firmamento envuelta en chispas. Sí te pudres, y tu sombra te observa con la cabeza gacha.

lunes, 4 de agosto de 2014

Manifiesto una bandada, un no-olvido, otra colisión incorpórea.

Hay días que hacen resucitar a los pájaros muertos y te alegras. Después de la agonía, la lucha por matarlos, después de todo eso no puedes evitar una sonrisa que se te escapa de las comisuras, que te tiembla en los labios. Tus pájaros, tuyos. Sientes sus alas cosquilleándote por dentro de la piel. Los oyes piando, graznándote; su pico de acero y terciopelo tallando en ti belleza que ofrecer al mundo. Sin ellos eras un interior vacío, sin poemas ni estatuas. Nunca estuviste más muerto que entonces. Jamás nada podrá compararse a aquellos días, cuando el dolor te llenó de pájaros.

miércoles, 9 de julio de 2014

Sé que a veces escribo sólo por si puedes verlo, aunque sea en papel arrugado, a oscuras, con letra ilegible. Sé que lo hago, y sé que te busco en las noches, en lo más profundo de la madriguera de las estrellas. Y retuerzo entre los dedos esa no despedida, ese nudo de telarañas que me tragué y nunca pude escupir sin sangre. Sé que tengo tanto miedo a tus manos y sus grilletes como al vaho del próximo invierno. Lo sé y a veces no me importa tanto. Aún te intuyo agonizante al otro lado del río, fotografiando las hormigas que reptan bajo el puente de hierro. Y veo cómo dentro te hierven el caos y la locura, y sé que jamás volveré a sumergirme en ellos.
Sé cómo suena tu altiva carcajada. Se parece un poco a tus besos.

sábado, 28 de junio de 2014

A (des)tiempo

"—A veces creo que el veneno ya se ha diluido en la sangre. Simplemente ya estás muerta.  Es cuestión de tiempo que te des cuenta, y para entonces sólo podrás reír por no haberlo sabido antes. Tracerías negras en el interior de las muñecas, por todas esas veces que te brillaban las venas. Felicidad tan frágil, tanto.

No tiene sentido seguir esperando que se arregle, porque ya se ha terminado. Sólo queda tiempo. Sólo tiempo. En algún lugar del tiempo ya estoy muerta. Y dicen que el tiempo tiene un valor incalculable, pero, ¿sabes?, el tiempo no va a salvarme a mí. "

martes, 10 de junio de 2014

Galaxo uno

     Una tarde de junio de esas que parecen el final pero que no (nunca) lo son. Las persianas sedientas estiraban los labios para tocar el alféizar ciego, brillante. Cargadas del polvo del invierno que nadie se había molestado en limpiar, seguían gimiendo cada vez que la chica egoísta, la de ahí, del escritorio, quería ver el sol.
     Hay veces que hay que separar dos cosas que desean estar juntas para que se haga la luz. Entonces ni ella ni las persianas lo sabían. Aún no había abierto los pulmones al verano.
     Encontró el primer galaxo cuando el sol se asomó desde detrás de la montaña para arañarle la mejilla, herido en su orgullo. Llevaba mucho tiempo ignorándolo. Demasiado para un alma vanidosa. Se levantó y la luz naranja le devoró la silueta. Empezó por los contornos. Cuando llegó la noche no quedaba nada de ella. No estaba allí. ¿Dónde había ido, con el galaxo atrapado en las manos?