Mil caras en este espejo, todas ellas incólumes.
Mil especias flotando como arena viva
que hace huracán en los huesos de mi tobillo;
se cuela la brisa por mi oído y hace tantas
miles de flautas de pan.
Un nuevo firmamento pardo se pliega
para caber en mis manos huecas.
Todos mis rostros tienen la misma
mueca de conformidad. Lagrimean
dulce y picante y amargo,
y saltan de mí como si no fueran míos.
El cráter en mi brazo es la vacuna
para sobrevivir ilesa a los días
de corazones prefabricados.
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